Los frescos de la Capilla Sixtina fueron un encargo del Papa Julio II a Miguel Ángel, que los realizó entre 1508-1512. Comenzó con 33 años y terminó con 37.
La Capilla Sixtina se construyó bajo el pontificado del tío de Julio II, Sixto IV (1471-1484) que mandó construir la capilla entre 1477 y 1480, denominada Sixtina en su honor.
La idea original era representar a los doce apóstoles ocupando el perímetro de la bóveda (situados en las posiciones que ahora ocupan los profetas y las sibilas) y ocupar la superficie central restante con decoraciones geométricas.
Con esta pintura el Papa Julio II quería remplazar un cielo azul lleno de estrellas doradas pintado para su tío, Sixto IV por Pier Matteo d’Amelia.
Sin embargo, Miguel Ángel como queda reflejado en una carta dirigida a un amigo, logró convencer al papa de que el encargo original resultaría pobre, consiguiendo plena libertad para que las escenas, las representaciones se extendieran a la totalidad de la bóveda.
Este encargo fue un reto para Miguel Ángel debido a su falta de experiencia en la técnica del fresco, pintura que además requería una exigencia para ejecutarla. En primer lugar, se pinta sobre un enlucido hecho con cal y otros materiales (arena fina y polvo fino de mármol) mientras está todavía húmedo. Exige gran destreza y rapidez en la ejecución, ya que una vez seco el enlucido no se puede seguir pintando, no se admiten arrepentimientos, es imposible hacer correcciones sobre el yeso una vez seco. La única solución es rascar el enlucido y elaborar una nueva capa del enlucido.
De ahí, que durante la primera fase de trabajo en la bóveda de la Capilla Sixtina tuvo que enfrentarse a graves problemas técnicos, lo que venía a dar la razón a Bramante que cuestionó la idoneidad de Miguel Ángel para realizar un proyecto de tal envergadura por su falta de experiencia en esta técnica. Entre los inconvenientes que surgieron. fue el enmohecimiento del Diluvio Universal, el primer fresco que pintó. Este hecho fue recogido por Vasari y Ascanio Condivi, su biógrafo.
Para solucionar este problema fue aconsejado por Giuliano da Sangallo que vió que el problema era que el revoque o enlucido sobre el se pintaba tenía demasiada agua, había exceso de agua en la cal (el revoque o enlucido consiste en una mezcla del mortero, hecha con cenizas volcánicas romanas y cal travertina).
Miguel Ángel debía cubrir una superficie de 100 m2 situado a 20 metros de altura, para ello, diseñó un andamiaje de 20 metros de altura que conectaba un espacio de 16 metros de anchura y que fue construido por Piero Rosselli. Gracias a esta estructura, puedo pintar sentado o tumbado.Desechó el sistema de andamio ideado por Bramante, ya que suponía agujerear la bóveda.
Se consideraba ante todo un escultor, con lo aceptó con desgana el encargo papal de la Capilla Sixtina. Además, en aquel momento se encontraba trabajando en un proyecto de tumba para el propio Julio II, y no deseaba posponer este proyecto. Cuando se produjo el episodio del moho del primer fresco, lo utilizó para demostrar que no era el adecuado para realizar este trabajo y poder volver a retomar el proyecto del sepulcro. Pero el papa insistió y tuvo que seguir con la pintura de la bóveda.
En una carta fecha el 27 enero de 1509 y dirigida a su padre afirmaba que la pintura no era su especialidad y en un poema dedicado a un amigo, Giovanni Benedetto da Pistoia, se lamenta del trabajo en tono sarcástico:
“De trabajar incómodo me ha salido un bocio… mi barba apunta al cielo, siento la nuca sobre la espalda, los riñones me llegan a la panza, el culo hace contrapeso a la grupa… Esta caroña de pintura, defiéndola, Giovanni, y también mi honor: no siendo bueno el lugar, ni yo el pintor”.
Bibliografía:
-Blech, B. y Doliner, R., Los secretos de la Capilla Sixtina, Aguilar, Madrid, 2010.
- Paris, Y., Miguel Ángel, Parragón.
Las imágenes han sido tomadas de wikimedia commons.
Fonte: Toda La Cultura
Nenhum comentário:
Postar um comentário